5 de febrero de 2014

Dawnfall

Ésta es la historia de un chico. Bueno, en realidad es la de un ser que antes era un chico y que no sobrevivió a sus demonios internos. Ésta es la historia de alguien que se precipitó al vacío y se convirtió en oscuridad.
Ésta es la historia de la Muerte.
Él era un joven normal como tantos otros, aunque sus gustos distaban de ser los de un adolescente corriente. Le gustaba leer, la música y el bosque; le gustaba la soledad y la tranquilidad. No bebía, no fumaba, no se drogaba. Calificaciones excelentes. Mente brillante.
Además, sus padres no eran ricos, pero sí tenían dinero.
Lo que le faltaba a nuestro protagonista era la sonrisa.
Cuando lo conocías por primera vez, ese detalle podía escapar de la vista. Puede que incluso a la segunda vez no te percataras. Pero a las siguientes...sin duda, nuestro pobre chico no tenía luz en su interior. Sus ojos verdes oscuro dejaban perfilar la luz del sol, pero no había en ellos alegría. Tampoco sus labios se elevaban en una sonrisa cuando sus padres hacían bromas con él en la cocina, ni cuando un compañero de clase se sentaba a su lado.
Estaba solo.
Tampoco era que le importara demasiado; para él no había nada más importante que su mundo interior, que las penas que le asolaban constantemente (penas que no compartía con nadie y cuyo conocimiento no poseía nadie) y que además, formaban problemas en su imaginación, anagramas y esquemas que completaba en su cabeza para no percatarse de lo que ocurría en el mundo exterior.
¿Qué le pasó a este chico para desear desaparecer? Te pensarás. Pues bien, la respuesta es simple: amor.
Cuando alguien pierde a un ser amado, se convierte en oscuridad. Cuando se te retira aquello que te ha dado dicha por un largo período de tiempo, te quedas vacío.
Ella se llamaba Elle, y vivía en el mismo barrio que nuestro protagonista. No tenemos ningún nombre para él, así que lo llamaremos Drake.

Drake y Elle apenas se conocían; la naturaleza solitaria de ambos los mantenía separados en sus mundos individuales, cada uno en su pequeño rincón intentando sobrevivir a un día más. O al menos así fue hasta un día en el que sus caminos se entrecruzaron. He de decir que no creo en el destino, en la suerte ni en el Karma, pero fue un alivio para estos dos jóvenes haberse encontrado de ese modo. Haberse encontrado, punto.
Elle era una chica extraña, la clase de chica que todo el mundo sería si sus padres hubieran muerto frente a ella. Cuando tenía quince años sufrieron un accidente de coche y sólo sobrevivió ella. Desde entonces sólo estaba dentro de su burbuja, ajena a todo lo demás. Formó un escudo para protegerse de lo que pudiera hacerle daño o influirle de algún modo.
Pero los seres humanos no pueden estar alejados del mundo mucho tiempo, y al cabo de un año del accidente Elle encontró un modo de salir: la pintura. A través de sus dibujos se comunicaba con su abuela, a través de sus dibujos filtraba sus emociones y a través de ellos volvía a la realidad. Podía hablar, y no le ocurría nada al hacerlo, pero prefería el silencio.
Ese día estaba saliendo de su casa para ir al centro a comprar más lienzos. Desafortunadamente se habían terminado y debía comprar más. Apenas podía pensar en vivir un minuto más sin tener nada con que pintar.
Así que se arrebujó en su abrigo de forro polar, se colocó el gorro de lana sobre su pelo castaño claro y suspiró antes de echar a andar por la acera llena de nieve. A pesar de estar en octubre, en Land Park ya había nevado. Y el frío tardaría en marcharse del lugar.
No sabía que a esa hora los estudiantes de la universidad salían se sus clases. No sabía que Drake había finalizado y estaba caminando en dirección a ella. No sabía que se encontrarían en el camino.
Al fin y al cabo, ¿quién puede saberlo? Estamos anclados al desconocimiento y al olvido de los segundos. En la bruma respiramos hasta que lo vemos todo con claridad, justo cuando ocurre., y después vuelve a haber bruma hasta el siguiente acontecimiento.
Drake se encontraba cansado. Después de pasar un día entero estudiando, rodeado de silencio por un lado y de gente alborotadora por otro, sólo tenía ganas de llegar a su casa, echarse en el sofá y olvidar a todos los malditos poetas que habían escrito algo en los últimos mil años. Miles de nombres y de historias que debían ser memorizadas, nombres de obras, movimientos literarios...
No podían estarse quietecitos.
En ese momento estaba cruzando el paso de cebra que le conduciría a su calle. Conforme se acercaba a su casa su corazón iba calmándose y su cuerpo se relajaba.
Y entonces ocurrió. Como un relámpago luminoso, cegador e increíblemente bello, Drake dobló la esquina y se topó de bruces con Elle. Ni siquiera les dio tiempo a reaccionar: un segundo antes estaban solos, y al siguente estaban en el suelo en un revuelo de manos y piernas.
Ambos gimieron de dolor al sentir los músculos doloridos a causa del impacto: la nieve puede resultar suave y dulce, pero el hielo es traicionero. E increíblemente duro.
Después de separarse instantáneamente, parpadearon para lograr reconocer a la persona con la que habían tropezado. Caía una ligera nevada y no veían con claridad.
-Perdona -murmuró Drake. Esperó una respuesta por parte de la chica con la que había chocado (sí, sabía perfectamente que era una chica), pero no la encontró. Carraspeó y se acercó un poco para poder verle la cara
Era la vecina de la otra calle, la tal Elle. Sus padres habían hablado de ella; más como cotilleo que con verdadera compasión. Drake sabía la historia que tenía y, por un segundo, dejó de sentir lástima por sí mismo.
Los ojos azules de la chica lo taladraron un momento antes de sacudirse los pantalones vaqueros.
-Oh -dijo tras un momento. Drake se estremeció levemente al oír la voz de la chica. Era muy dulce, pero dejaba traslucir una fuerza mayor de la que él podría reunir jamás-. Oh, no.
Drake tragó saliva y se obligó a centrarse.
-¿Qué? ¿Qué pasa? -preguntó con voz más seca de lo que se esperaba.
Elle sacudió la cabeza y clavó la vista en la nieve esparcida y apartada que habían desplazado en su caída.
-Mi monedero. Mi dinero. Se me han caído -repuso.
Elle se sentía confusa. ¿Por qué se cruzaba con el vecino de la esquina sur justo cuando menos quería? Apenas sabía nada de él; su abuela no era una gran aficionada de los chismes, y a ella tampoco le agradaba saber la vida de los demás. Sólo sabía que era un chico muy callado, que tenía un blog donde subía sus canciones y además que le gustaba la música poco famosa.
Le cayó bien.
Y era guapo. En ese momento, con la protección de la ligera nevada que caía, lo pensó y afirmó. Tenía el pelo negro, no muy largo pero tampoco corto; algunos mechones le llegaban a la mitad de la frente, y estaban desordenados y alborotados. Sus ojos eran verde oscuro, como el color que tienen las serpientes amazónicas, y le produjeron una extraña sensación en su interior, como si estuviera volando.
-Te ayudaré -susurró el chico acompañando a Elle en su recorrido por la acera. Siguió la mirada de ella y enarcó una ceja-. ¿No sabes más o menos donde podría haber caído?
-No -dijo ella, impertérrita, y se apretó las sienes con la mano derecha-. Necesito encontrar el dinero.
Claro que lo necesitaba. Necesitaba los lienzos con tanta urgencia como si fuera oxígeno. Para ella formaba parte de sí misma.
Se estrujó las manos en un movimiento compulsivo y dio la vuelta para seguir buscando.
Y vio algo sobresalir en mitad de la nieve. Supo de inmediato que era su cartera y corrió en su busca.
No le dio tiempo a pensar. No le dio tiempo a nada, en realidad.
Salió de la acera y se agachó para coger la billetera, que estaba en la carretera. Oyó el grito del chico tras su espalda, una mano le cogió del jersey y tiró de ella, apartándola del arcén. O intentándolo.
A pesar de que Drake trató de apartarla, el coche le golpeó en la cabeza y todo se quedó sumido en tinieblas.
Y, por una vez en mucho tiempo, Elle temió a su burbuja.
Quiso salir.
Despertó en un hospital, desorientada y confusa. Drake le sujetaba la mano cuando sus párpados se abrieron, y en lugar de apartar el roce, él le apretó el agarre. Sus ojos tenían el mismo color de antes (verde como las algas del fondo del mar, como un bosque realmente húmedo, un bosque oscuro), pero había en ellos un sentimiento. Dolor. Alivio. Y algo más, algo que no supo identificar. A Elle no se le daba bien el tema de los sentimientos.
Había cambiado. Elle lo supo en ese preciso instante: algo dentro de él se había separado y unido, separado y unido. Como un puzzle que se destroza y vuelve a formarse, creando un paisaje completamente distinto.
Drake le abrazó con delicadeza y le explicó que se encontraba bien, que, aunque se había llevado un buen golpe, tendría el alta justo dentro de pocos días. Elle estaba abrumada (al fin y al cabo, era un desconocido el que la estaba agarrando la mano), pero no sintió miedo.
Elle nunca había salido con chicos: es más, siempre había pensado que el amor era un sentimiento débil. A ella no le gustaba sentirse débil de ninguna manera. Le recordaba la sensación de indefensión que había tenido en el accidente de sus padres, y se había prometido a sí misma no volver a ser frágil.
Pero, cuando se separó del agarre de Drake y lo vio sonreír, todas sus convicciones se estamparon contra el suelo.
-¿Te sientes bien? -le preguntó éste cuando se sentó en la butaca que había al lado de la cama.
-Sí, eso creo. Me duele la cabeza un poco -dijo Elle, y se acarició la frente. Sentía un extraño zumbido en la cabeza, como un martilleo regular y constante que dolía.
Los médicos le hicieron pruebas durante días, pero no hallaron nada. Al final le dieron el alta y ella volvió a la casa de su abuela acompañada de Drake, que había estado a su lado todos los días.
Drake nunca se había sentido tan destrozado. Los días en los que Elle permaneció inconsciente, él pensaba que se estaba muriendo. Nunca en su vida había sentido tanto dolor y tanto miedo por una persona. Nunca se había sentido tan indefenso.
Así que, cuando Elle despertó, una parte de Drake despertó con ella, y volvió a sentirse completo.
Juntos caminaron hacia la casa de Elle, y juntos se detuvieron en la puerta. Ambos sabían que si él entraba deberían explicarle a la abuela de Elle que había tenido un accidente.
Se miraron a los ojos (ambos tenían un brillo inaudito en la mirada: ¿Era por la emoción, esa salvaje inyección de adrenalina que sacude a los cuerpos dormidos cuando van a arriesgar algo importante? ¿O era porque eran conscientes de la cercanía que había entre ellos, de que apenas les separaba un paso para que la boca de uno encontrara la del otro? ¿O sería fruto del miedo del accidente? No se sabrá nunca, desgraciadamente) y se cogieron de las manos. Sus dedos se entrelazaron como si lo hubieran hecho mil veces, el calor del otro recorrió a los dos, pero fue como si siempre hubieran estado tan cerca.
Encajaban perfectamente.
Caía una ligera capa de nieve, pero era más escasa que la vez anterior, que el día del accidente. Caminaron hacia la puerta, pero Drake frenó antes de llegar al umbral. Elle se giró con una expresión interrogativa.
-¿Qué ocurre? -le preguntó, temerosa.
Él tiró de su mano para acercarla hacia sí. Elle sintió el calor de Drake como si estuviera acariciándole la piel, y le hizo estremecer. El sentimiento que sintió le recordó a lo que sentía cuando se le caía una brocha al suelo.
-Espera. Prométeme una cosa antes. Necesito que lo hagas -la voz del chico no dejaba clara la duda; parecía algo importante para él, pues su tono de voz había sonado ronco y jadeante, como si estuviera bajo el agua.
Elle abrió los ojos ante la reacción de Drake, y asintió con la cabeza. Estaba desconcertada, pero a la vez intrigada. ¿Qué quería decirle?
-Prométeme que a partir de ahora irás con cuidado. Prométeme que no te pasará nada. Prométeme que procurarás por todos los medios no tener un accidente -dijo, medio jadeando. Parecía que se había quedado sin aire. Tenía una expresión devastadora, y la mano se le tensó cuando Elle abrió la boca para contestar.
Para Drake eso era muy importante. Ella era una persona muy importante para él, y no permitiría que le ocurriera nada. Se había vuelto como la música que él amaba, como el blog en el que él escribía todos los días. Ella era importante para él. No, ella era vital para él. Cada vez que la veía componía una nueva canción en su cabeza; llevaba semanas sin tener inspiración, y sin embargo ésta había vuelto de golpe al conocer a Elle.
-Lo prometo -susurró Elle, y sonrió con timidez-; Pero prométeme lo mismo.
Drake tragó saliva y dejó de sentir miedo.
-Lo prometo -respondió con voz trémula.
Al acabar de hablar se inclinó hacia ella y le dio un suave y tierno beso en la frente. Permaneció con los labios en la piel de Elle durante un rato, ella con los ojos cerrados e intentando calmar su corazón, él notando el olor de ella en la boca y formando miles de canciones que mostraban el compás de su interior.

Pasaron los meses, en concreto cuatro, y en ese período de tiempo el amor que había surgido entre Elle y Drake aumentó y se fortaleció del mismo modo que puede hacerlo una flor. No quiere decir que en ese tiempo no tuvieran una discusión, porque eso es imposible; pero sí que fueron capaces de seguir adelante a pesar de las peleas, de luchar el uno al lado del otro para arreglar lo que estaba mal.
Creo que eso es el verdadero amor; luchar. A pesar de todo.
Las vidas de Drake y Elle se entremezclaron con el paso de ese tiempo, y fue evidente por pequeños gestos que no pasaron inadvertidos para las familias de ambos protagonistas. Por ejemplo, algunos días aparecía una guitarra en la habitación de Elle, al lado de sus cuadros; o Drake aparecía en casa con una mancha de pintura en la piel, o con una enorme sonrisa en la cara; o también era evidente en las canciones que Drake estaba empezando a escribir, en su letra alegre y llena de amor.
Y entonces ocurrió. Fue horrible, duro e injusto, pero esta clase de cosas siempre pueden suceder y nadie tiene la culpa. Son cosas que pasan, y por las que uno tiene que pasar alguna vez.
El dolor que sintió Elle en la cabeza, ese rumor sordo que los médicos no habían sabido descifrar, resultó ser cáncer. Un tumor en el cerebro.
Elle tuvo que pasar por muchos tratamientos, desde la quimio hasta la cirugía, pero estaba claro que el cáncer había tardado mucho en ser detectado y no había posibilidades de ser curado. Elle se iba consumiendo día a día y perdiendo la vida ante la desesperada mirada de Drake, que se iba derrumbando al mismo ritmo que su pareja.
Elle no duró mucho más. A los dos meses murió, y Drake se convirtió en vacío.
Algo dentro de él se murió con Elle, y a partir de entonces no quiso saber nada del mundo. Murió también, aunque no del mismo modo; el cuerpo de Drake seguía vivo y allí, pero Drake estaba muy lejos, en un mundo paralelo y aislado.
Lo primero que hizo fue deshacerse de la guitarra, borrar el blog y romper todos los cuadros que Elle había dibujado. Al principio no quería hacerlo, ya que eran lo único que le hacían recordar que ella había existido de verdad, pero conforme pasó el tiempo no pudo soportarlo.
A los tres meses de la muerte de Elle, Drake se marchó de su casa y no volvió nunca. Nadie volvió a verle, nadie volvió a saber de él. Sus padres denunciaron su desaparición, pero la policía no logró encontrarlo.
Había desaparecido al igual que Elle, pero él seguía respirando.
Sólo dejó una nota en el teclado de su ordenador; ponía: Dawnfall. Era el nombre del blog de Drake.
Sus padres teclearon el nombre y quedaron mudos al leer lo que ponía en la página.
Ante ellos se mostraba una pantalla completamente negra, a excepción de dos palabras.
I'm Frozen.
No lograron saber nada más de él. Al final la policía dictó que se había suicidado o había cambiado de país.
Otros, no obstante, tenían otro pensamiento.
Pensaban que Drake se había marchado al bosque para no volver. Que vivía en las sombras, oculto, que se había convertido en la oscuridad que le consumió.
E, increíblemente, tenían razón.

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